Se ha demostrado que para una persona adulta dedicada a según que profesiones directamente relacionadas con la naturaleza como son la agricultura, la pesca, la caza, etc dichas actividades son un riesgo debido a los posibles encontronazos con una serpiente venenosa, no obstante, este posible riesgo bajo la forma de un reptil venenoso resulta igual de cierto para sus hijos, los cuales están demasiado a menudo involucrados en mayor o menor medida en las mismas actividades.
En el cuerpo de un niño que haya sido mordido, debido a su escaso peso, tamaño y su sistema inmunológico todavía por fortalecerse y desarrollarse plenamente, factores como estos hacen que una mordedura de serpiente venenosa tengan síntomas más graves ya que en comparación con un adulto de mayor tamaño y peso corporal un niño recibe la misma cantidad de veneno pero en un cuerpo más pequeño y lo hace sufriendo los mismos efectos devastadores en el organismo.
Mordedura de cobra escupidora en África, la víctima es
un niño.
Foto: Origen desconocido.
A lo largo del mundo muchos niños comparten, lo sepan o no, su infancia, su trabajo, su periplo diario de ida y vuelta al colegio e incluso ocasionalmente su vivienda en algún momento con una serpiente venenosa. Esto en demasiados países pobres y sus todavía más pobres ámbitos rurales es inevitable, sin embargo si que existe una cosa que resulta evitable o al menos puede corregirse y creo que es la educación, aunque sea básica, destinada a evitar ser mordidos por una serpiente que creo que se debería proporcionar a estos niños ( y adultos ) que habitan en las zonas de mayor riesgo de envenenamiento ofídico de África, Centro y Sudamérica, Asia e Indonesia los cuales comparten territorio con unas poblaciones mayores y un mayor número de especies distintas de ofidios venenosos.
Situaciones como esta pueden ser mucho
menos frecuentes mediante una educación
adecuada impartida a los niños.
Foto: Origen desconocido.
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